Planeta Verde: 25 años de resistencia y construcción solidaria
Por Federico Parra
Hace cinco años, en el aniversario número 20 de Planeta Verde, compartí con ustedes un mensaje en el que cité un fragmento de la encíclica recién publicada entonces sobre la fraternidad y la amistad social. Allí se nos recordaba que “el derecho de algunos a la libertad de empresa o de mercado no puede estar por encima de los derechos de los pueblos, ni de la dignidad de los pobres, ni tampoco del respeto al medio ambiente, puesto que quien se apropia algo es sólo para administrarlo en bien de todos.”
La encíclica era un llamado y, a la vez, parecía evocar la lucha y los logros de los recicladores colombianos liderados por la ANR. En aquel mensaje del 7 de octubre de 2020 intenté mostrar que los recicladores habían hecho posible lo que la “sociedad de los imposibles” dictaminaba como irrealizable: su reconocimiento como sujetos de especial protección por parte del Estado, su reconocimiento como prestadores del servicio público de aprovechamiento de residuos a través de sus organizaciones y, sobre todo, el derecho a ser remunerados en consecuencia.
En ese mismo mensaje y basándome tanto en los logros de la lucha gremial de los recicladores, como de la coyuntura de entonces, enumeré una serie de situaciones imaginadas, deseadas… sueños que, dije, algún día serían motivo de celebración en un futuro aniversario de Planeta Verde. Entre estas aspiraciones mencioné:
- Que la defensa de los derechos se afirmaría como un pilar de transformación.
- Que, mediante la acción judicial, la movilización social y la presión nacional e internacional, se abrirían grietas en las políticas de exclusión.
- Que el Estado reconocería que no podía seguir desplazando a quienes han construido, con trabajo silencioso y perseverante, la base real de la economía circular.
- Que las organizaciones de recicladores alcanzarían un nuevo nivel de incidencia técnica y política, capaces de negociar en bloque y frenar las fugas que amenazan con fragmentar el oficio.
- Y, sobre todo, que se ganaría como conquista histórica el derecho exclusivo de los recicladores y sus organizaciones a prestar el servicio público de reciclaje, no como concesión, sino como resultado de décadas de resistencia, jurisprudencia firme y acción colectiva.
También evoqué un escenario en el que los pilares jurisprudenciales permanecerían firmes como faros en medio de las tormentas, donde las reglamentaciones y los PGIRS reflejarían nuevas formas de inclusión y gobernanza, y donde la ciudadanía reconocería, con nombres y rostros, la legitimidad de esta lucha.
Hoy, cinco años después, ha llegado el momento de esa celebración… Con sombras, sí. Pero también con luces. La primera verdad que debo nombrar es que muchas de aquellas aspiraciones aún están lejos de consolidarse.
Vemos cómo la CRA, la Superintendencia y el propio Gobierno Nacional, a pesar de haber cumplido con la orden constitucional sobre exclusividad, en su implementación desmantelan, persiguen y difaman a las organizaciones. Abren puertas para que actores ajenos al reciclaje continúen desplazando a quienes han hecho de este oficio su vida.
Vemos cómo empresas logísticas y otros impostores afilan colmillos ante esta nueva ruta de despojo, y cómo la Responsabilidad Extendida del Productor ha mutado en un mercado de cifras y materiales para cumplir metas, sin justicia ni participación real.
Pero también hay luz, y es poderosa.

La primera celebración, por irónico que parezca, es que se permanece. Y para el caso de Planeta permítanme ejemplificarlo de la siguiente manera: Liliana, Chucho, Mary, Paula Andrea, Dioselina, Jairo Javier y más de 80 recicladores siguen en las calles, ejerciendo su derecho al trabajo. Lo hacen acompañados de un equipo administrativo impecable: Martha Elena, Fabiola, Aurora, Maris y tantos compañeros y compañeras que día a día sostienen esta organización.
Esto no es poca cosa. Ustedes, liderados por la ANR, reclamaron con tanta fuerza este derecho que alcanzaron no solo el reconocimiento, sino también su remuneración. Y eso dolió —y sigue doliendo— a quienes lucraban mercantilizando el servicio de aseo y las rentas del reciclaje. Permanecer no es poco. Permanecer es, en sí mismo, una victoria.
La segunda celebración es aún más significativa: el derecho exclusivo de los recicladores y sus organizaciones a prestar el servicio público de reciclaje. No es una invención. Estaba previsto como acción afirmativa, junto a la remuneración. Pero amenazaba intereses muy poderosos, que —a pesar de ser un mandato constitucional— encontraron decenas de malabares legales e ilegales para evitar que se materializara en una orden ejecutiva.
Hoy podemos celebrar que los referentes legítimos, sólidos y vigentes siguen siendo las órdenes jurisprudenciales en favor de los recicladores y sus organizaciones. Ello incluso en un contexto en donde dichas órdenes constitucionales justifican que el gobierno emita el Decreto 1381 de 2024, aunque con otro de sus brazos cree condiciones tarifarias y operativas que conducen al despojo. Pero bueno, Cada amanecer trae su afán, y también sus batallas.
La tercera celebración siempre ha estado presente, pero hoy, gracias al estudio de caso desarrollado y coordinado por Juana María Zapata, se hace explícita: Planeta Verde, como muchas organizaciones hermanas, materializa en la práctica cotidiana los valores y principios de la Economía Social y Solidaria.
Lo hace como cooperativa de trabajo asociado en la prestación del servicio público de aprovechamiento, aliviando la carga de sus asociados, mejorando las condiciones productivas e ingresos, garantizando remuneración por el servicio, representando políticamente al sector ante autoridades, privados y ciudadanía, y participando activamente en las luchas nacionales e internacionales.
Y más allá del reciclaje, Planeta Verde nos recuerda que “Dios está en los detalles” (y hoy, no el diablo). Desde el Recirropero, pasando por el Bankomunal, el banco de alimentos y la tienda solidaria, nos enseña que practicar la Economía Social y Solidaria no es solo nombrarla, sino vivirla. Con acciones humildes, cotidianas y efectivas, mejora de manera significativa la vida de las 85 familias que la integran.
Ese es, desde esta esquina, el mensaje que quiero dejar hoy, desde el privilegio de poder seguir acompañándolos —aunque no como antes—:
Veinticinco años después, lo que empezó como un sueño se ha convertido en raíz, en tronco firme y en ramas que cobijan a muchos.
Planeta Verde florece en medio de un contexto difícil, y su flor no es decorativa: es resistencia, es cuidado, es comunidad.
Hoy, su historia nos conmueve y nos inspira. Gracias por recordarnos, con hechos y no solo palabras, que otro futuro es posible cuando se camina juntos.
¡Felices 25 años!